12. Imagine


A John W. Lennon



Imaginate que tenés veinticinco años y que ya hace casi uno que te fuiste de Villa Domínico creyendo que dejabas atrás para siempre aquella niebla gris hecha de mala nostalgia y de asfixia y de miedo a perderte en la callada muerte que recorría las calles con su manto verde militar.
Imaginate que llegaste a un pueblo hecho de greda y de agua fría y transparente y que la primera vez que te dejaste ir en ese mar casi inmóvil juntaste un poco de agua salada en el cuenco de las manos y te desbautizaste de cada uno de tus nombres y tus historias viejas y te sentiste limpio y puro y como empezando de nuevo.
Imaginate que vivís solo y que no extrañás salvo en los días de fiesta y que los amigos ya escriben poco y vos escribís nada y que a veces le das la espalda al mar y te internás en ese desierto hecho de jarillas y viento y lagartijas escurridizas, ese desierto hecho como de un solo planazo de luz. Un espacio vacío que, sabés, vas a tener que empezar a llenar de nombres e historias nuevas si no querés morirte de la tristeza que te viene por ráfagas, como el viento oeste.
Imaginate que lo único que tenés es tu memoria y doscientos pesos y hambre de amor y unos pocos conocidos y una valija medio vacía con dos mudas y media docena de discos que te acompañan hace años y que hace años que no escuchás.
Imaginate que es ocho de diciembre de mil novecientos ochenta y estás caminando por las calles de Puerto Madryn estrenando el verano y viendo en las esquinas a ver si aparece por fin esa mujer que te salve de la soledad. Imaginate que esa mujer existe, y está doblando la esquina, pero es una esquina de Miami y todavía faltan unos meses para que llegue hasta tu vida y la cambie para siempre. Pero ahora la mujer está terminando un largo viaje y camina por una calle diez mil kilómetros más allá, preguntándose por qué de repente en todas las casas y comercios y plazas empezaron a sonar canciones de Los Beatles, que ella tanto ama.
Imaginate que justo en ese momento te encontrás con uno de tus pocos conocidos y que entre una cosa y otra te dice como al pasar que lo habían asesinado, al de los bitles, al de los anteojitos así, al de la japonesa más fea que la chuchaesumadre.
Imaginate diciéndole que no, que a Lennon no, que justo a él no, que a lo mejor era a otro, pero no justo él, que también estaba empezando de nuevo y amasaba pan y que cuidaba a Sean y me cuidaba a mí en mis malas noches de ginebra con su voz tierna y áspera hecha de muros y puentes.
Imaginate yendo a la casa de cada uno de tus pocos conocidos, buscando a alguien con quien llorar y cantar all you need is love y emborracharte y dormir y no despertar jamás a esa pesadilla que es como la corona de espinas de la tragedia interminable que está viviendo el país.
Imaginate que a nadie parece importarle demasiado y que te vas a llorar a escondidas un poco acá y un poco allá y que es de noche y no hay luna y que robás unas pocas flores de los pocos jardines que vas encontrando y después caminás hasta el muelle de hierro y madera en el que acostumbrás ver pasar el día de los barcos y los pescadores, pero que ahora está quieto y silencioso y como envuelto en una luz amarilla y muerta.
Imaginate que vas tirando las flores al mar, de a una, mientras cantás bajito Imagine y te sentís, ahora sí, irremediablemente solo.






John Lennon: Imagine

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